Rafael Alberti:
(Puerto de Santa María, 1902 - 1999) Poeta español, miembro de la
Generación del 27. Sus padres pertenecían a familias de origen italiano
asentadas en la región y dedicadas al negocio vinícola. Las frecuentes
ausencias del padre por razones de trabajo le permitieron crecer libre
de toda tutela, correteando por las dunas y las salinas a orillas del
mar en compañía de su fiel perra Centella. Una infancia despreocupada,
abierta al sol y a la luz, que se ensombrecerá cuando tenga que ingresar
en el colegio San Luis Gonzaga de El Puerto, dirigido por los jesuitas
de una forma estrictamente tradicional.
Alberti se asfixiaba en las aulas de aquel
establecimiento donde la enseñanza no era algo vivo y estimulante sino
un conjunto de rígidas y monótonas normas a las que había que someterse.
Se interesaba por la historia y el dibujo, pero parecía totalmente
negado para las demás materias y era incapaz de soportar la disciplina
del centro. A las faltas de asistencia siguieron las reprimendas por
parte de los profesores y de su propia familia. Quien muchos años
después recibiría el Premio Cervantes de Literatura no acabó el cuarto
año de bachillerato y en 1916 fue expulsado por mala conducta.
En 1917 la familia Alberti se trasladó a Madrid,
donde el padre veía la posibilidad de acrecentar sus negocios. Rafael
había decidido seguir su vocación de pintor, y el descubrimiento del
Museo del Prado fue para él decisivo. Los dibujos que hace en esta época
el adolescente Alberti demuestran ya su talento para captar la estética
del vanguardismo más avanzado, hasta el punto de que no tardará en
conseguir que algunas de sus obras sean expuestas, primero en el Salón
de Otoño y luego en el Ateneo de Madrid.
No obstante, cuando la carrera del nuevo artista
empieza a despuntar, un acontecimiento triste le abrirá las puertas de
otra forma de creación. Una noche de 1920, ante el cadáver de su padre,
Alberti escribió sus primeros versos. El poeta había despertado y ya
nada detendría el torrente de su voz. Una afección pulmonar le llevó a
guardar obligado reposo en un pequeño hotel de la sierra de Guadarrama.
Allí, entre los pinos y los límpidos montes, comenzará a trabajar en lo
que luego será su primer libro, Marinero en tierra, muy influido
por los cancioneros musicales españoles de los siglos XV y XVI.
Comprende entonces que los versos le llenan más que la pintura, y en
adelante ya nunca volverá a dudar sobre su auténtica vocación.
Al descubrimiento de la poesía sigue el
encuentro con los poetas. De regreso a Madrid se rodeará de sus nuevos
amigos de la Residencia de Estudiantes. Conoce a Federico García Lorca,
Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y otros
jóvenes autores que van a constituir el más brillante grupo poético del
siglo. Cuando en 1925 su Marinero en tierra reciba el Premio
Nacional de Literatura, el que algunos conocidos llamaban "delgado
pintorcillo medio tuberculoso que distrae sus horas haciendo versos" se
convierte en una figura descollante de la lírica.
De aquel grupo de poetas hechizados por el surrealismo,
que escribían entre risas juveniles versos intencionadamente
disparatados o sublimes, surgió en 1927 la idea de rendir homenaje, con
ocasión del tricentenario de su muerte, al maestro del barroco español
Luis de Góngora, olvidado por la cultura oficial. Con el entusiasmo que
les caracterizaba organizaron un sinfín de actos que culminaron en el
Ateneo de Sevilla, donde Salinas, Lorca y el propio Alberti, entre
otros, recitaron sus poemas en honor del insigne cordobés. Aquella
hermosa iniciativa reforzó sus lazos de amistad y supuso la definitiva
consolidación de la llamada Generación del 27, protagonista de la
segunda edad de oro de la poesía española.
En los años siguientes Rafael Alberti atraviesa
una profunda crisis existencial. A su precaria salud se unirá la falta
de recursos económicos y la pérdida de la fe. La evolución de este
conflicto interior puede rastrearse en sus libros, desde los versos
futuristas e innovadores de Cal y canto hasta las insondables tinieblas de Sobre los ángeles.
El poeta muestra de pronto su rostro más pesimista y asegura
encontrarse "sin luz para siempre". Su alegría desbordante y su
ilusionada visión del mundo quedan atrás, dejando paso a un espíritu
torturado y doliente que se interroga sobre su misión y su lugar en el
mundo. Se trata de una prueba de fuego de la que renacerá con más
fuerza, provisto de nuevas convicciones y nuevos ideales.
En adelante, la pluma de Alberti se propondrá
sacudir la conciencia dormida de un país que está a punto de vivir uno
de los episodios más sangrientos de su historia: la Guerra Civil. Ha
llegado el momento del compromiso político, que el poeta asume sin
reservas, con toda la vehemencia de que es capaz. Participa activamente
en las revueltas estudiantiles, apoya el advenimiento de la República y
se afilia al Partido Comunista, lo que le acarreará graves enemistades.
Para Alberti, la poesía se ha convertido en una forma de cambiar el
mundo, en un arma necesaria para el combate.
En 1930 conocerá a María Teresa León, la mujer
que más honda huella dejó en él y con la que compartió los momentos más
importantes de su vida. Dotada de claridad política y talento literario,
esta infatigable luchadora por la igualdad femenina dispersó con su
fuerza y su valentía todas las dudas del poeta. Con ella fundó la
revista revolucionaria Octubre y viajó por primera vez a la Unión Soviética para asistir a una reunión de escritores antifascistas.
Alberti, Buñuel y García Lorca; sentados: Ugarte, el comunista Díaz, María Teresa León y el periodista González. |
El dramático estallido de la Guerra Civil en
1936 reforzó si cabe su compromiso con el pueblo. Enfundado en el mono
azul de los milicianos, colaboró en salvar de los bombardeos los cuadros
del Museo del Prado, acogió a intelectuales de todo el mundo que se
unían a la lucha en favor de la República y llamó a la resistencia en el
Madrid asediado, recitando versos urgentes que desde la capital del
país llegaron a los campos de batalla más lejanos.
Al terminar la contienda, como tantos españoles
que se veían abocados a un incierto destino, Rafael Alberti y María
Teresa León abandonaron su patria y se trasladaron a París. Allí
residieron hasta que el gobierno de Pétain, que les consideraba
peligrosos militantes comunistas, les retiró el permiso de trabajo. Ante
la amenaza de las tropas alemanas, en 1940 decidieron cruzar el
Atlántico rumbo a Chile, acompañados por su amigo Pablo Neruda.
El exilio de Rafael Alberti fue largo. No
regresó a España hasta 1977, después de haber vivido en Buenos Aires y
Roma. Esperó a que el general Franco estuviese muerto para reencontrarse
con algunos viejos amigos y descubrir que en su tierra no sólo le
recordaban, sino que las nuevas generaciones leían ávidamente su poesía.
Su corazón no albergaba rencor: "Me fui con el puño cerrado y vuelvo
con la mano abierta". El mismo año de su llegada el Congreso de los
Diputados le abrió sus puertas, tras haber sido elegido por las listas
del Partido Comunista, pero no tardó en renunciar al escaño porque ante
todo quería estar en contacto con el pueblo al que había cantado tantas
veces.
Perplejo y regocijado, asistió a recitales, conferencias
y homenajes multitudinarios en los que se ensalzaba su figura de poeta
comprometido con la causa de la libertad. Fue distinguido con todos los
premios literarios que un escritor vivo puede recibir en España, pero
renunció al Príncipe de Asturias por sus convicciones republicanas. En
la madrugada del 28 de octubre de 1999 murió plácidamente en su casa de
El Puerto de Santa María, junto a las playas de su infancia, y en aquel
mar que le pertenecía fueron esparcidas sus cenizas de marinero que hubo
de vivir anclado en la tierra.
La poesía de Rafael Alberti
Sus primeras poesías quedaron recogidas bajo el título de Marinero en tierra,
libro que obtuvo el Premio Nacional de Literatura (1924-25), otorgado
por un jurado que integraban Antonio Machado, Menéndez Pidal y Gabriel
Miró. A Marinero en tierra siguieron La Amante (1925) y El alba de alhelí
(1925-26). En estos sus primeros libros, Rafael Alberti se revela como
un virtuoso de la forma con influjos de Gil Vicente, los anónimos del Cancionero y Romancero
españoles, Garcilaso, Góngora, Lope, Bécquer, Baudelaire, Juan Ramón
Jiménez y Antonio Machado. La suya es una poesía "popular" -como explicó
Juan Ramón Jiménez-, "pero sin acarreo fácil; personalísima; de
tradición española, pero sin retorno innecesario; nueva; fresca y
acabada a la vez; rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima".
La etapa neogongorista y humorista de Cal y canto (1926-1927) marca la transición de este autor a la fase surrealista de Sobre los ángeles
(1927-1928). Ésta última supone en su obra la irrupción violenta del
verso libre y de un lenguaje simbólico y onírico, rotas ya las ataduras
con la tradición anterior. Los ángeles aparecen como representaciones de
las fuerzas del espíritu, íntimamente relacionadas con los ángeles del
Antiguo Testamento.
A partir de entonces su obra deriva al tono
político al afiliarse nuestro poeta al partido comunista. Esta actitud
le lleva a considerar su obra anterior como un cielo cerrado y una
contribución irremediable a la poesía burguesa. "Antes -escribió
Alberti- mi poesía estaba al servicio de mí mismo y unos pocos. Hoy no.
Lo que me impulsa a ello es la misma razón que mueve a los obreros y a
los campesinos: o sea una razón revolucionaria."
La poesía de Alberti cobra así cada vez más un
tono irónico y desgarrado con frecuentes caídas en el prosaísmo y el mal
gusto. Así los poemas burlescos Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), Sermones y moradas (1929-1930) y la elegía cívica Con los zapatos puestos tengo que morir (1930). A partir de 1931 abordó el teatro, estrenando El hombre deshabitado y El adefesio.
Recorrió luego con su esposa María Teresa León varios países de Europa,
pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, para estudiar las
nuevas tendencias del teatro. En 1933 escribió Consignas y Un fantasma recorre Europa, y en 1935, 13 bandas y 48 estrellas.
Sello conmemorativo a Alberti de 2001 |
Tras la guerra civil, ya en el exilio, publicó en Buenos Aires A la pintura: Poema del color y la línea (1945) y un volumen que abarca la casi totalidad de su obra lírica, Poesía.
La última voz de Alberti de esa época (reincidente en el primer tono
neopopular) se nos aparece henchida de nostalgia por la patria, como se
aprecia especialmente en Retornos de lo vivo lejano (1952). Otros títulos de esta etapa son Baladas y canciones del Paraná (1953), Abierto a todas horas (1964), Roma, peligro para caminantes (1968), Los ocho nombres de Picasso (1970) y Canciones del alto valle del Aniene (1972).
Después de su regreso a España en 1977, su
producción poética continuó con la misma intensidad, prolongándose sin
fisuras hasta muy avanzada edad. De entre los muy numerosos libros
publicados cabe mencionar Fustigada luz (1980), Lo que canté y dije de Picasso (1981), Versos sueltos de cada día (1982), Golfo de sombras (1986), Accidente. Poemas del hospital (1987) y Canciones de Altair (1988). En los años ochenta publicó una continuación a su autobiografía, iniciada en 1942, La arboleda perdida. Memorias.
Los libros de este autor que tengo en mi biblioteca son:
100 poemas
13 bandas y 48 estrellas
A Federico García Lorca
A niebla, mi perro
Al claroscuro
Amaranta
Antología poética
Cal y canto
Colección antológica de poesía social
El prisionero
Elegía a Garcilaso
La amante
La arboleda perdida
Lo que deje por ti
Madrigal al billete del tranvía
Marinero en tierra
Noche de guerra en el Museo del Prado
Nocturno De el alba del alhelí
Nocturno De Roma peligro para caminantes
Pinosanguinochetburunda
Poemas I
Poemas II
Poesías
Relatos y prosa
Retornos de una sombra maldita
Retornos del amor en la noche triste
retornos del amor en los vividos paisajes
Retornos del amor en una azotea
Retornos del amor tal como era
Sobre los ángeles
Tal vez, oh mar
Algunos enlaces con sus poemas:
Para cualquier consulta podéis hacerla en mi correo electrónico:
jortanav2@gmail.com
Qué chulis los enlaces con los poemas y qué original. Quizás me anime a montar un vídeo así con algunas de mis poesías... ¿Cuál te gustaría? ¿Me sugieres alguna? ;) ¡Un abrazo y gracias! Ya había olvidado los trances de este poeta...
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