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jueves, 30 de junio de 2022

Émile Zola (1840 - 1902)

Émile Zola


    (París, 1840 - 1902) Novelista francés, teórico y máximo representante del naturalismo. Émile Zola fue el impulsor de la «novela experimental», es decir, de una narrativa planteada como un experimento sociológico destinado no a reflejar la realidad contemporánea (como la novela realista), sino a explicar las causas de los males sociales desde postulados positivistas (la herencia, el medio) con el fin de contribuir a su reforma y progreso. De ahí que la novela naturalista se centrase a menudo en el examen de las lacras sociales (alcoholismo, prostitución, delincuencia) sin rehuir la sordidez, con el consiguiente escándalo para la sociedad biempensante. La influencia de sus ideas y de su praxis narrativa marcó la literatura europea durante al menos las dos décadas de auge del naturalismo (1880-1900).

    Hijo de Francesco Zola, ingeniero emigrante italiano, y de Émilie Aubert, proveniente de la pequeña burguesía francesa, pasó su infancia en Aix-en-Provence y estudió en el colegio Bourbon. Fue compañero de Paul Cézanne, con quien mantuvo una sólida amistad, y tomó contacto con la literatura romántica, especialmente con la narrativa de Victor Hugo y la poesía de Alfred de Musset, su favorito.

    Al morir su padre en 1847, se trasladó a París junto a su madre y continuó sus estudios en el instituto Saint-Louis. Tras fracasar en su examen de graduación, en 1859 consiguió un empleo administrativo en una oficina de Aduanas y en 1862 empezó a trabajar para el departamento de publicidad de la editorial Hachette. Se interesó por la poesía y el teatro, y colaboró para periódicos como Le Figaro, Le Petit Journal y Le Salut Public.

    Sus primeros libros publicados fueron un conjunto de relatos titulados Cuentos a Ninon (1864), y una novela autobiográfica con influencia del romanticismo, La confesión de Claude (1865). Escribió dos obras de teatro que no fueron representadas, La fea (1865) y Magdalena (1865), y en 1866 fue despedido de Hachette. Comenzó a trabajar como cronista literario y artístico en el periódico L'Événement, y publicó los trabajos de crítica pictórica Mis odios (1866) y Mi salón (1866), donde hizo una enérgica defensa de Manet, cuestionado en esa época por los sectores académicos.

    A partir de ese momento se dedicó por completo a escribir, se alejó paulatinamente del romanticismo y sintió afinidad con el movimiento realista y el positivismo. Aplicó su experiencia periodística en Los misterios de Marsella (1867), una novela folletinesca, y publicó su primera obra importante, Teresa Raquin (1867), con la que ganó cierto prestigio en el ambiente literario.

    Con la novela Madeleine Férat (1868) fue consolidando su estilo, y la lectura de Introducción a la medicina experimental, de Claude Bernard, lo inspiró para concebir un conjunto de novelas escritas "con rigor científico", donde quería relatar la historia natural de varias generaciones de una familia bajo el Segundo Imperio.

    Así nació la monumental serie Los Rougon-Macquart, integrada por La fortuna de los Rougon (1871), La ralea (1871), El vientre de París (1873), La conquista de Plassans (1874), La caída del Abate Mouret (1875), Su excelencia Eugène Rougon (1876), La taberna (1877), Una página de amor (1878), Naná (1879), Lo que se gasta (1882), El paraíso de las damas (1883), La alegría de vivir (1884), Germinal (1885), La obra (1886), La tierra (1887), El sueño (1888), La bestia humana (1890), El dinero (1891), La derrota (1892), y El Doctor Pascal (1893).

    En los treinta y un volúmenes que comprenden las veinte novelas trazó la genealogía de más de doscientos personajes; el carácter de los distintos miembros de la familia deriva de las tendencias hereditarias y de los condicionantes del medio social en que viven. Sus textos fueron tan elogiados como criticados; recibió duros cuestionamientos por parte de escritores católicos como Maurice Barrès, Léon Bloy y Jules Barbey d'Aurevilly, que veían en el carácter positivista de su obra signos de decadencia, dogmatismo y una "absoluta carencia de espiritualidad".

    Su obra ensayística comprende volúmenes teóricos sobre el naturalismo, como La novela experimental (1880), El naturalismo en el teatro (1881), Nuestros autores dramáticos (1881), Los novelistas naturalistas (1881), Documentos literarios (1881), y Una campaña (1882); así como textos de crítica y polémica, entre los que destacan Viaje de vuelta (1892), Nueva campaña (1897), y fundamentalmente ¡Yo acuso! (1898), un extenso artículo dirigido al Jefe de Estado francés y publicado originalmente en el periódico L'Aurore, donde defendió la inocencia del capitán de origen judío Alfred Dreyfus, acusado de alta traición a la patria por los militares antisemitas.

        El efecto causado por su participación en el Caso Dreyfus lo posicionó como líder de las fuerzas progresistas (republicanos y socialistas) que reclamaron al gobierno derechista la defensa de los derechos humanos en la República. El gobierno, apoyado por los partidos conservadores, el ejército nacionalista y la Iglesia Católica, lo acusó por injurias y lo persiguió, por lo que se exilió en Inglaterra hasta que se demostró la inocencia definitiva de Dreyfus y el complot militar.

    En 1899 volvió a París y pudo ver indultado a Dreyfus, y el 29 de septiembre de 1902 murió asfixiado por la defectuosa combustión de una chimenea, hecho que suscitó muchas sospechas dadas las reiteradas amenazas de muerte que había recibido.

    Su influencia sobre las generaciones posteriores de escritores no fue sólo literaria, ya que su actitud de involucrarse tanto en la literatura como en la realidad social se transformó en un paradigma del escritor comprometido y dominó la escena cultural de occidente hasta la década de los 70. También es autor de las series Las tres ciudades, compuesta por Lourdes (1894), Roma (1896) y París (1898), y Los cuatro evangelios, integrada por Fecundidad (1899), Trabajo (1901), Verdad (póstuma, 1903) y Justicia (inacabada).

LA DOBLE VIDA DE ZOLA Y SU PASIÓN POR LA FOTOGRAFÍA:

    
    Aunque parezca que es más de una entrega de una revista del corazón, he considerado que es muy interesante saber algo más de este autor, algo que no se cuenta en su biografía:

    Dado que a Zola le obsesionaba la verdad, fue considerado como un autor incómodo. Desde sus primeras novelas hasta Nana o su gran éxito, Germinal (1885), y a lo largo de la veintena de títulos de la saga monumental de los Rougon-Macquard, reveló la parte más cruda de la sociedad francesa, renegando del idealismo romántico y de la hipocresía burguesa. En sus obras de ficción, muy documentadas, denunció el arribismo, las componendas y la reestructuración social en la Francia de la Segunda República. Él había vivido esos cambios al volver a París siendo joven, junto a su íntimo amigo de la infancia pasada en Aix en Provence, el pintor Paul Cézanne, con quien compartió las miserias de la vida bohemia en el París de los impresionistas cuando éstos eran considerados poco más que unos artistas rebeldes y repudiados. A Zola le fue bien, pese a todo. Su estilo descarnado y el gran proyecto novelístico emprendido, lo señalaron como el padre del naturalismo. Se convirtió en una gloria nacional. Llegó un momento en que el éxito, la fama y la riqueza derivados de sus libros y su publicación en forma de folletín, lo auparon a la posición de la élite intelectual. A la cómoda y tranquila existencia, junto a su esposa Alexandrine Meley, algo mayor que él y compañera leal desde sus inicios.
Zola con su esposa Alexandrine
    Hacia 1888 todo parecía rodar suavemente en su vida. El viaje a un balneario en Royen, sobre la costa atlántica, en compañía de su editor Georges Charpentier, el pintor Fernand Desmoulin y Alexandrine, se perfilaba como el de unas vacaciones estivales relajantes e intrascendentes. Pero fue ahí donde su vida se empezó a desdoblar. Por un lado, sus dos compañeros de viaje y el alcalde de la ciudad, Victor Billaud -asiduo visitante a su residencia-, lo iniciaron en la afición por la fotografía. Un pasatiempo que se convirtió rápidamente en una práctica sistemática, una forma de atesorar detalles de la realidad que reflejaba en sus novelas, aunque curiosamente, no la utilizara con fines literarios.

    Por el otro, en esos cálidos días de verano este hombre de 48 años, con cerca de cien kilos de peso, se enamoró perdidamente de Jeanne Rozerot, la joven y esbelta costurera de 21 años que acompañaba a su esposa. ¿Cómo sucedió? Quizá, cualquier tarde, cuando estaban a punto de salir, Zola descubrió que llevaba un botón de la chaqueta algo suelto. Y cuando Jeanne se lo cosió, con prisas, y cortó el hilo con sus dientes ahí mismo, sobre su cuerpo, el escritor sintió una punzada que revivió pasiones dormidas durante mucho tiempo. El caso es que él y Jeanne se hicieron amantes y, con el tiempo, tuvieron dos hijos, Denise y Jacques. Con Alexandrine no había tenido descendencia, y el autor de La bestia humana se volcó en su segunda familia con responsabilidad, cariño y dedicación. Como no se admitía el divorcio, siguió llevando una vida oficial junto a Alexandrine y otra secreta junto a Jeanne y sus hijos, a quienes instaló en Verneuil, no muy lejos de su residencia de Médan a orillas del Sena, y veía casi a diario.

Zola con Jeanne y los dos hijos de ambos
    La fotografía se convirtió en su forma de legitimar esa existencia. Jeanne fue su musa y su modelo en centenares de placas. La exposición que recoge en Valladolid una selección de 200 fotografías de Émile Zola es muy reveladora. Una de ellas muestra al escritor y Alexandrine, maduros, entrados en carnes, muy rectos, cogidos fríamente de la mano. Luego hay otras de Jeanne joven y esbelta, montando en bicicleta, o cubierta apenas con un paño blanco, con los hombros y los brazos desnudos, o casi de espaldas destacando también la desnudez de sus hombros y su nuca. En otra foto, Zola -con unos 25 kilos menos- y Jeanne se estrechan como en un baile, muy pegados. Unidos. Luego están las fotos de sus hijos. Escenas familiares, comidas al aire libre, paseos, los juegos de los chicos. Más adelante, los niños como modelos al capricho de su padre, disfrazados, posando en distintas actitudes, corriendo por el campo.

    Émile Zola llegó a hacer cerca de 7.000 placas desde 1888 hasta su muerte en 1902. Compró los equipos más sofisticados de la época e instaló tres laboratorios para su revelado. Le gustaba trabajar en series, quizá influido por los pintores impresionistas, a quienes defendió desde un principio como crítico de arte, en sus primeros artículos periodísticos. Le interesan los paisajes, tanto los de la ciudad como los del campo. La arquitectura. Los cambios que traen las estaciones. Las personas y sus oficios. Los eventos, como la Exposición Universal de 1900, que documenta con su cámara en sus grandes fases, como la construcción de la torre Eiffel. También deja constancia de sus viajes, a Roma, el exilio en Londres... Porque Zola seguía haciendo fotografías aun durante los dramáticos días del caso Dreyfus. Uno de los juicios más célebres de la historia donde el escritor tuvo la valentía de denunciar la corrupción y el complot entre los más altos estamentos militares, de resultas de una causa por espionaje que condenó de por vida a un inocente capitán judío a la prisión de la Isla del Diablo. Su histórica carta al presidente de la República, titulada J'accuse, publicada en L'Aurore el 13 de enero de 1898, le valió a él mismo ser juzgado y condenado, viéndose obligado a huir a Londres durante casi un año para continuar sus arengas a favor de la revisión del caso. Al final, la verdad triunfó. Aunque no en la vida personal de Zola. Murió inesperadamente, asfixiado por el monóxido de carbono de una estufa con la chimenea obstruida, el 29 de septiembre de 1902, en París. Al día siguiente se le esperaba para la ceremonia de readmisión de Dreyfus en el ejército. Iban a estrechar sus manos por primera vez.

Jeanne en una foto atrevida para la época

    "La escisión de esta doble vida que he tenido que vivir ha terminado por desesperarme", escribe Zola en una carta. "Jeanne me ha tributado el regio festín de su juventud y devuelto a mis treinta años, haciéndome el hermano mayor de mi Denise y de mi Jacques". Alexandrine se había enterado de la relación con Jeanne a través de una carta anónima y, por más que instó a su marido a dejarla, no lo consiguió. Tras la muerte de Jeanne, algún tiempo después, Alexandrine adoptó a sus dos hijos para que fueran los herederos legales de su padre.

Los libros que tengo de este autor son:

Cuentos a Ninon
Del matrimonio
Fecundidad
El arte de morir
El dinero
El doctor pascual
El naturalismo
El paraíso de las Damas
El paraíso de los gatos
El paro forzoso
El sueño
El vientre de París
Germinal
La alegría de vivir
La bestia humana
La confesión de Claude
La conquista de Plassans
La culpa del abate Mouret
La fortuna de los Rougon
La jauria
La novela experimental
La obra
La taberna
Los misterios de Marsella
Lourdes
Madame Sourdis
Magdalena Ferat
Nana
París
Roma
Su excelencia Eugenio Rougon
Therese Raquin
Trabajo
Una página de amor
Verdad
Viaje circular
Yo Acuso

Para cualquier consulta: jortanav2@gmail.com

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