Pío Baroja:
(San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956) Novelista español.
Por su padre, como por su madre, perteneció a familias distinguidas, muy
conocidas en San Sebastián; entre los ascendientes de la madre, existía
una rama italiana, los Nessi.
Este poco de sangre
italiana que llevaba en las venas no dejó nunca de halagar a nuestro
autor, aunque su orgullo se cifró siempre en su ascendencia vasca. Eran
tres hermanos: Darío, que murió, joven aún, en Valencia; Ricardo, que
fue pintor y escritor y gozó también de alguna fama, y Pío, el
novelista. Era éste el menor de los hermanos. Ya muy separada de ellos,
nació Carmen, que había de ser la gran compañera del novelista.
El padre de Baroja, don Serafín, era ingeniero de minas,
profesión que, unida a su temperamento inquieto y errabundo, llevó a la
familia a continuos cambios de residencia. Ello no dejó de ser una
suerte para el futuro novelista, que, de este modo, pudo conocer desde
niño diversas partes de España, y sobre todo, Madrid, su amor más grande
después de Vasconia, donde había de florecer su vocación y conseguir
por último la fama.
Baroja permaneció poco tiempo en
su ciudad natal; tenía siete años cuando sus padres se trasladaron a
Madrid donde don Serafín había obtenido una plaza en el Instituto
Geográfico y Estadístico; de Madrid pasaron a Pamplona, siempre por
exigencias del cargo del padre y de sus deseos de mudanza. Desde
Pamplona volvió la familia a Madrid; esta vez a don Serafín no le
impulsaría ya solamente la inquietud, los deseos de cambio: sin duda
entró también en su decisión la necesidad de educar a los hijos.
Cuando
abandonó Pamplona tenía Baroja catorce años cumplidos; había asistido
con sus hermanos a las clases del Instituto, y sobre todo reñido y
correteado por las murallas; no sabemos si había ya emborronado alguna
cuartilla, pero sí que había leído a Julio Veme, a Mayne Reid, el
Robinsón, y había soñado ya con aventuras maravillosas, Junto al Arga, o
subido a un árbol de la Taconera.
Había estudiado Baroja en San Sebastián las primeras
letras, continuándolas en Madrid; antes, en Pamplona había frecuentado
la escuela, como hemos dicho, y había empezado a asistir a las clases
del Instituto; prosiguió en Madrid los estudios, y lo hizo finalmente en
Valencia, donde terminó la carrera de Medicina, doctorándose
posteriormente en la capital de España. Fue, por lo general, un pésimo
estudiante; estuvo siempre mucho más interesado en las novelas que en
los libros de texto; su carácter arisco y rebelde le perjudicó también
en gran manera, pues acabó riñendo con algunos de sus profesores y no
despertó simpatías en ninguno.
Aparte de esto, pasó
toda su juventud entre dudas; nunca supo bien qué carrera le gustaba
estudiar; en verdad, no le interesaba ninguna. Sólo las letras le
atraían, pero tampoco en las letras veía clara su vocación. Antes de ir a
Valencia había empezado algunos cuentos, artículos, tal vez una novela,
pero lo rompió todo o lo dejó olvidado. Sus fracasos de estudiante,
como es fácil suponer, se debieron más a falta de interés que de
talento. Pocos escritores ha habido de vocación más segura y que se
moviese más inseguro, con más dudas sobre su vocación, y aún mucho
después, escrita ya buena parte de su obra, se preguntaba si sería
verdaderamente escritor.
Al terminar sus estudios, Baroja se trasladó a Cestona,
en el país vasco, donde había conseguido una plaza de médico. No tardó
en advertir que aquello no era lo suyo; al poco tiempo estaba asqueado
del oficio; había reñido con el médico viejo, con quien compartía el
cuidado de la salud de aquellos pueblos, como había reñido antes con sus
profesores; se había enemistado con el alcalde y, naturalmente, con el
párroco y con el sector católico del pueblo, que le acusaban de trabajar
los domingos en su jardín.
Se fue de allí asqueado
del pueblo, del médico y hasta de los enfermos, cuando menos de algunos
de éstos, y se trasladó a San Sebastián, donde estaba en aquel momento
la familia. Permaneció algún tiempo en San Sebastián, y de allí salió
para Madrid. En la capital estaba su hermano Ricardo, que, también sin
empleo, se ocupaba en un negocio de pan de una tía de ellos que había
quedado viuda. Ricardo le había escrito a su hermano que estaba harto
del negocio y que iba a dejarlo. Baroja vio el cielo abierto ante él, y
sin vacilar un instante escribió a su hermano que iba a Madrid, con la
intención de ocuparse de aquel negocio.
La boina de Pío Baroja |
De este modo, se vio convertido en dueño de un comercio
de pan, sobre lo cual se le gastaron después tantas bromas y le
irritaron de tantas maneras, sin contar los disgustos que se derivarían
para él de la marcha del negocio. En Madrid, no obstante, había algo
para él que estaba por encima de todo: de la vulgaridad del oficio y de
las burlas que se le pudiesen gastar; allí podría, en efecto, reanudar
los contactos con sus antiguos amigos, frecuentar los medios literarios,
ponerse, en realidad, en contacto con su vida, volver de un modo o de
otro a aquello que cada vez con mayor certeza sentía que era su
vocación.
A poco de llegar a Madrid, instalado ya en
el negocio, empezó sus colaboraciones en periódicos y revistas; en 1900
publicaba su primera obra Vidas sombrías, colección de cuentos,
que empezó a darlo a conocer. Eran, en su mayoría, cuentos escritos en
Cestona sobre temas de aquella región y de sus experiencias de médico;
se trataba de vidas humildes, y reflejaban toda la tristeza de aquel
medio, y la tristeza, sobre todo, que reinaba entonces en su alma
-mezclada con ráfagas de cólera-.
Puede decirse que en su primera obra estaba ya en germen toda su obra futura. Vidas sombrías
constituyó un éxito, un éxito del que el propio autor se sintió sin
duda asombrado; de su libro se ocuparon con elogio Azorín, Galdós y
sobre todo Unamuno, que se entusiasmó con él, especialmente de uno de
los cuentos, "Mary-Belche", y quiso conocer a su autor.
A
partir de entonces Baroja fue dedicándose más y más a las letras, y
apartándose cada vez más del negocio, hasta dejarlo del todo y
consagrarse exclusivamente a su vocación. En algún momento Baroja llevó a
cabo alguna incursión en el campo de la política, arrastrado más que
por su convicción, por el ambiente de la época y por el ejemplo de
algunos de sus compañeros, como por ejemplo, Azorín. Efectivamente,
Baroja se presentó para concejal en Madrid, y más adelante para diputado
por Fraga.
Estas tentativas, como era natural,
constituyeron dos rotundos fracasos; tampoco él lo había tomado
demasiado a pecho. Se retiró cada vez sin gran disgusto; nos divirtió
después contándonos las peripecias, y volvió al camino de las letras del
que nunca habría ya de apartarse.
ue Baroja un gran viajero; los libros y los viajes
fueron sus grandes aficiones, puede casi decirse que sus únicas
aficiones. Sus viajes por España los hizo casi siempre acompañado; fue
unas veces con sus hermanos, Carmen y Ricardo, otras con amigos; hizo
uno con Maeztu y otro con Azorín, en sus comienzos, y más adelante, con
Ortega y Gasset, que le llevó en algunas ocasiones en su automóvil.
Busto de Pío Baroja en el museo San Telmo |
Baroja
llegó a ser uno de los escritores que conoció mejor la España de su
tiempo, cosa que se puede comprobar en sus novelas. La ciudad más
visitada -también la más querida de las ciudades extranjeras- fue París.
En ella pasó un largo tiempo en sus últimos años, cuando huyó de España
durante la guerra civil. También estuvo en Londres y más adelante en
Italia; viajó por Suiza, Alemania, Bélgica, Noruega, Holanda y
Jutlandia, escenario de su trilogía Agonías de nuestro tiempo, con la magnífica El torbellino del mundo, con que encabeza la trilogía.
Fuera
de esto, su residencia habitual fue Madrid, y más adelante Vera del
Bidasoa, donde adquirió la casa de Itzea, y donde pasó los veranos con
su familia. En este tiempo su destino estaba ya fijado, y con él su
norma de vida; Baroja consagraba su tiempo a escribir y a viajar. Sus
producciones iban apareciendo con gran regularidad y su fama creciendo
hasta situarle en pocos años entre las primeras figuras de la nación.
Esta actividad no cesó apenas durante su vida, de manera que es el
escritor de su tiempo que cuenta con una obra más copiosa; también más
diversa y más rica.
Entre sus mejores obras merecen citarse Vidas sombrías, publicada en 1900; Inventos y mixtificación de Silvestre Paradox, de 1901, en la cual evoca sus días de estudiante en Pamplona, con el ambiente de la ciudad; Camino de perfección
(1902), confesión íntima y muy personal, en que podemos verle en las
dudas y vacilaciones de su juventud, y que causó vivísima impresión. Muy
bella, y bastante lograda, aunque de otro tono, es El mayorazgo de Labraz
(1903), escrita también con recuerdos de Cestona, en que relata
admirablemente la vida en un pueblo de España, con influencias tal vez
de la vieja tragedia.
Gregorio Marañón y Pío Baroja, en parís, en 1939. |
Importante es también en la
producción barojiana la trilogía que siguió a estas novelas, que
apareció bajo el subtitulo "La lucha por la vida", formada por La busca, Mala hierba y Aurora roja;
aparecidas primero en folletín, y publicadas en volúmenes sueltos en
1904, ofrecen en mucha parte, en su desarrollo, las características de
aquel género; en ellas el autor recoge admirablemente el ambiente de los
barrios bajos del Madrid de su tiempo, en las primeras luchas sociales;
merecen también citarse Zalacaín el Aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía,
novela la primera situada en la tierra vasca y en la época de las
guerras carlistas, y la segunda, dedicada a la vida del mar con
recuerdos de antepasados del escritor, de aventuras, de piraterías, y
sobre todo con evocaciones de su infancia en San Sebastián, parte que
constituye tal vez lo mejor del libro.
Estas dos novelas eran aquellas por las cuales mostró
Baroja una cierta preferencia, especialmente por Zalacaín y en ella por
la figura del héroe. No obstante, la obra más importante del novelista
es sin duda Las memorias de un hombre de acción, novela cíclica,
que escribió a lo largo casi de su vida y que terminó ya en la vejez.
Consta esta obra de veintidós volúmenes y el héroe central es un
antepasado suyo, G. de Aviraneta, que tuvo alguna importancia en los
hechos políticos de su tiempo; en tomo a la existencia de su héroe, el
autor reconstruye toda una época agitada y terrible de España; se
incluyen en ella las guerras de la Independencia y carlistas, con
tumultos y sublevaciones, en los días de Fernando VII e Isabel II.
Es
una amplia evocación que tiene de novela, de historia y de folletín,
pero siempre dentro de un gran rigor histórico, y todo fundido y
recreado por la imaginación del escritor. Destacan en esta serie El escuadrón de Brigante, Los recursos de la astucia, El sabor de la venganza, Las figuras de cera, La nave de los locos y La senda dolorosa, dedicada ésta, en su mayor parte, al trágico fin del conde de España.
Sello dedicado a Pío Baroja |
Aparte de estas obras, Baroja escribió algunos ensayos; sus libros de recuerdos, Juventud, egolatría (1917); Las horas solitarias y La caverna del humorismo
(1918); eran éstas las obras preferidas por Ortega y Gasset, que
aconsejaba al escritor que persistiera en aquel género; ya en sus
últimos años Baroja dio a la prensa sus Memorias. Estas Memorias
constituyen un monumento de la época, una evocación de su vida, y de la
vida de su tiempo, con las figuras más importantes con las que trató,
tanto en las letras como en las artes.
Sus Memorias
constituyen asimismo un documento inapreciable para el conocimiento del
autor, acaso su libro más interesante, el de lectura más agradable, y
con el cual coronaba su obra y, puede decirse, su existencia. En este
tiempo vivía en Madrid con su familia, con la que continuó viviendo
hasta su muerte; su producción alcanzaba ya una cifra muy importante, y
aunque no gozaba quizá de la fama que merecía, su nombre figuraba entre
los tres o cuatro más destacados de la nación. En 1935 fue admitido como
miembro de la Academia de la Lengua. Fue quizá, y sin quizá, el único
honor oficial que se le dispensó.
En sus novelas, el autor se sitúa de lleno en la escuela
realista; sigue en ellas las huellas de los grandes maestros europeos,
que brillaban aún más en su tiempo, de Balzac, Stendhal, de Tolstoi y
Dickens, que fueron sus autores predilectos, y los pocos que admiró sin
reservas al lado de Dostoievski; se notan también en él influencias de
los folletinistas franceses, cuya lectura le apasionó en su juventud,
con las de la picaresca española, Quevedo, Mateo Alemán y El Lazarillo, no menos evidentes.
En
las ideas dominaba al principio Nietzsche, pero poco a poco este
entusiasmo fue cediendo, quedando en un escepticismo, muy cerca de
Montaigne y, sobre todo, de Voltaire, al que leyó y admiró, pero que era
también muy suyo. El fondo de sus libros es, por esto, pesimista; no
obstante, en la forma, en sus descripciones de paisajes, de escenas, se
muestra como un enamorado de la vida, un entusiasta, con una nota
continua de alegría y, podríamos decir, da optimismo, que contrasta con
el fondo amargo y sombrío de toda su obra.
Descuella
Baroja en la evocación de ambientes, en las descripciones de pueblos y
paisajes, y sobré todo, en la pintura de tipos; a veces tiene en sus
descripciones algo de pintor, y nos recuerda en algunas ocasiones a
Goya, especialmente en sus novelas de la guerra civil. No estuvo
adherido a ninguna escuela, ni formó parte, en cuanto a influencias, de
ningún grupo; fue, en este aspecto, el más rebelde de los escritores y
el más independiente en todos los sentidos.
El mundo predilecto de sus creaciones fue el de las
gentes humildes, los desventurados; pero al lado de ellos, sintió una
viva predilección por toda suerte de seres fantásticos, locos, de gente
rara y absurda; a todos se acercó con su ironía, con sus sarcasmos a
veces, con su humor amargo, pero también con una gran piedad, con un
deseo de redención y de justicia, que le emparenta con los grandes
novelistas de Europa, sobre todo con Dickens, que fue al que más admiró.
Baroja ha sido, sobre todo por sus ideas y por su
manera de exponerlas, el literato más discutido, el más atacado de los
escritores de su tiempo. Tal vez por el desorden habitual en sus
novelas, y más aún por el tono ofensivo que adoptó para tantas cosas,
por su sinceridad brutal, no alcanzó nunca la fama que merecía, la fama
que alcanzaron muchos otros con menos méritos que él. El tiempo, en su
labor justiciera, le ha ido situando en su lugar y hoy está considerado,
dentro y fuera de su patria, como el primer novelista de la España de
su tiempo, al lado de Galdós, y para algunos por encima de éste.
Los libros de este autor que tengo en mi biblioteca son:
Aquí París
Aventuras, inventos y mixtificación
Aviraneta o la vida de un conspirador
Ayer y hoy
Camino de perfección
Comunistas, judíos y demás ralea
Cuentos
Desde el exilio
El árbol de la ciencia
El caballero de Erláiz
El horroroso crimen de Peñaranda del Campo
El reloj
El trasgo
La caverna del humorismo
La dama de Urtubi
La estrella del Capitán Chimista
La guerra civil en la frontera
La lucha por la vida I - La busca
La lucha por la vida II - Mala hierba
La lucha por la vida III - Aurora roja
La sima
Las ciudades I - César o nada
Las ciudades II - El mundo es ansí
Las ciudades III - La sensualidad pervertida
Las inquietudes de Shanti Andia
Las noches del buen retiro
Los caprichos de la suerte
Los pilotos de altura
Medium
Memorias de un hombre de acción 01 - El aprendiz conspirador
Memorias de un hombre de acción 02 - El escuadrón del Brigante
Memorias de un hombre de acción 03 - Los caminos del mundo
Memorias de un hombre de acción 04 - Con la pluma y con el sable
Memorias de un hombre de acción 05 - Los recursos de la astucia
Memorias de un hombre de acción 06 - La ruta del aventurero
Memorias de un hombre de acción 07 - Los contrastes de la vida
Memorias de un hombre de acción 08 - La veleta de Gastizar
Memorias de un hombre de acción 09 - Los caudillos de 1830
Memorias de un hombre de acción 10 - La isabelina
Memorias de un hombre de acción 11 - El sabor de la venganza
Memorias de un hombre de acción 12 - Las furias
Memorias de un hombre de acción 13 - El amor, el dandismo y la intriga
Memorias de un hombre de acción 14 - Las figuras de cera
Memorias de un hombre de acción 15 - La nave de los locos
Memorias de un hombre de acción 16 - Las máscaras sangrientas
Memorias de un hombre de acción 17 - Humano enigma
Memorias de un hombre de acción 18 - La senda dolorosa
Memorias de un hombre de acción 19 - Los confidentes audaces
Memorias de un hombre de acción 20 - La venta de Mirambel
Memorias de un hombre de acción 21 - Crónica escandalosa
Memorias de un hombre de acción 22 - Desde el principio hasta el fin
Miserias de la guerra
Nuevo tablado de arlequín
Paradox, rey
Rojos y blancos
Susana y los cazadores de moscas
Zalacaín el aventurero
Para cualquier consulta podéis hacerla en mi correo electrónico: jortanav2@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario